Sentado sobre una roca, un ser de silueta delgada y anchos hombros esperaba la llegada de su enviado mientras contemplaba la desolación de su valle.
De pronto un ruido y el cielo oscureció. Una imagen apareció.
- Veo que no has logrado cumplir lo que te encomendé - Dijo una voz dulce que salia de aquel ser sentado sobre la roca.
- Lo siento maestro, pero Sonos se entrometió - Respondió el que acababa de llegar.
- Sonos. Aquel ausente de este valle - Una mirada cruzó el cielo oscuro. Unos ojos llenos de tristeza. - Bien, no estará siempre protegiendola.
Sonaron truenos y la lluvia empezó a caer. Relampagos iluminaron los cielos negros. Una figura pequeña apareció con el resplandor del último haz de luz.
- Maestro, dejeme ir a mi. - Dijo aquel pequeño de ojos largos y negros.
La lluvia seguía cayendo mientras el rostro de aquel ser sentado sobre la roca miraba hacia el cielo como buscando algo que no encontraba.
- Si tu deseo es hacerlo, pues ve, no lo impediré - Dijo mientras se puso de pie y extendía sus alas en toda su magnitud. La mirada volvía hacia el valle gris que tenía en frente. Los ojos se llenaron de lagrimas mientras cantaba.
- Gracias maestro - Alcanzó a decir aquel pequeño antes de desaparecer en el siguiente relampago.
viernes, 7 de agosto de 2009
sábado, 1 de agosto de 2009
Paz
Ivana ingresó a la casa y cerró la puerta. Sabia que el viaje sería largo a través de la montaña y el bosque que vió colina abajo. Decidió preparar una mochila para llevar algunas cosas de utilidad: unas frutas que encontró en la mesa del comedor, el abrigo que estaba colgado en el perchero de la sala, un encendedor que estaba en la mesa del estar, una navaja que encontró en la cocina, y unas gafas de sol que tenía en la habitación.
Mientras reunía todas estas cosas encontró una carta puesta sobre el velador de su habitación. Una que no vio al despertar.
"Estamos siempre contigo, confia en tu corazón, el te ayudará a encontra el camino.
Extrañamos tu voz, recordamos tu sonrisa que ahora no podemos disfrutar, esperamos
el día de tu regreso. Si antes no supimos decirte cuanto te necesitamos, que sea este el
momento en que te lo hacemos saber. Perdonanos el tiempo perdido y ayudanos a vivir
el tiempo que aún nos queda juntos. No desfallezcas, estamos esperandote.
Que PAZ te acompañe en tu busqueda."
Una idea confusa se formó en la mente de Ivanna.
- Nadie la firma? - Pensó - Sin embargo siento que son palabras que ya he oido.
Junto a la carta había un reloj y una pequeña caja.
El reloj era pequeño y no tenía números. Llevaba marcas en cada cuadrante, y tenía dos dibujos grabados: El sol en la parte superior y la luna creciente en la parte inferior. Ivana sabía que este reloj no servía para ver la hora. Aún así decidió ponerse.
Ivana abrió la caja. Un objeto dió un gran salto para salir de la caja.
- Por fin libre¡¡¡ - Chilló un pequeño insecto sobre la mesa.
- Quien eres? - Preguntó Ivana.
- Muchos me llaman de distinta forma, aunque no creo necesitar ningún nombre. Quien me puso en la caja me llama Paz - Respondíó el pequeño bicho.
- Quien fue que te puso en esa caja? - Preguntó Ivana.
- Tu misma lo hiciste hace unos días Ivana.
- No lo recuerdo. - Se sorprendió Ivana - Yo soy tu dueña?
- La verdad es mi dueña, pero mi encomienda es acompañarte en el sendero que recorrerás - Chilló de nuevo el insecto.
Al salir de la casa Ivana volteo a verla por última vez. Sabía que el camino sería largo. Eran horas de mañana.
Dio la espalda a la casa y emprendió la caminata siguiendo la brisa que bajaba de la montaña hacia el bosque que se veía colinas abajo. Acompañada de Paz y con el susurro del viento en los oidos.
El reloj encendió la primera marca.
Mientras reunía todas estas cosas encontró una carta puesta sobre el velador de su habitación. Una que no vio al despertar.
"Estamos siempre contigo, confia en tu corazón, el te ayudará a encontra el camino.
Extrañamos tu voz, recordamos tu sonrisa que ahora no podemos disfrutar, esperamos
el día de tu regreso. Si antes no supimos decirte cuanto te necesitamos, que sea este el
momento en que te lo hacemos saber. Perdonanos el tiempo perdido y ayudanos a vivir
el tiempo que aún nos queda juntos. No desfallezcas, estamos esperandote.
Que PAZ te acompañe en tu busqueda."
Una idea confusa se formó en la mente de Ivanna.
- Nadie la firma? - Pensó - Sin embargo siento que son palabras que ya he oido.
Junto a la carta había un reloj y una pequeña caja.
El reloj era pequeño y no tenía números. Llevaba marcas en cada cuadrante, y tenía dos dibujos grabados: El sol en la parte superior y la luna creciente en la parte inferior. Ivana sabía que este reloj no servía para ver la hora. Aún así decidió ponerse.
Ivana abrió la caja. Un objeto dió un gran salto para salir de la caja.
- Por fin libre¡¡¡ - Chilló un pequeño insecto sobre la mesa.
- Quien eres? - Preguntó Ivana.
- Muchos me llaman de distinta forma, aunque no creo necesitar ningún nombre. Quien me puso en la caja me llama Paz - Respondíó el pequeño bicho.
- Quien fue que te puso en esa caja? - Preguntó Ivana.
- Tu misma lo hiciste hace unos días Ivana.
- No lo recuerdo. - Se sorprendió Ivana - Yo soy tu dueña?
- La verdad es mi dueña, pero mi encomienda es acompañarte en el sendero que recorrerás - Chilló de nuevo el insecto.
Ivana sonrió al sentir un antiguo amigo como compañero.
- Muy bien, haremos el viaje juntos - Murmuró Ivana mientras terminaba de llenar la mochila - Me hará bien la compañía.Al salir de la casa Ivana volteo a verla por última vez. Sabía que el camino sería largo. Eran horas de mañana.
Dio la espalda a la casa y emprendió la caminata siguiendo la brisa que bajaba de la montaña hacia el bosque que se veía colinas abajo. Acompañada de Paz y con el susurro del viento en los oidos.
El reloj encendió la primera marca.
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